El pan que es la propia vida. Partir, repartir y compartir lo que uno tiene, lo que uno es, lo que uno sueña y siente. Dar tu fuerza y tu debilidad, tu ilusión y tu abatimiento, tu canto y tu silencio. Dar tu tiempo y tu mirada, tu riqueza y tu nada. Darte cada día.
Es lo que haces tú: el Hijo del Hombre; el Hijo de Dios, el Dios de rostro humano; el hombre cuya vida habla de Dios. Tú mismo te conviertes en don, en entrega, en regalo. Qué sorprendente forma de actuar en un mundo de brazos cerrados, donde, quien más quien menos, todos nos reservamos mucho.
Si quieres responder un poco mejor a estas preguntas, no dejes de escuchar esta canción...